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Cry of The Angel
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Cry of The Angel
La siguiente historia es ficticia. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Cualquier comentario, ya sea bueno o malo, será recibido.
-Sagara Sousuke.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5. Final.
Capítulo 1.
- Spoiler:
Cap. 1
-Así que…esta es la Preparatoria Engels.
Sousuke miraba con cierto aire de desdén su
nuevo instituto. Podía ver cientos de alumnos nuevos que entraban alegremente,
caminando impacientes por saber de su nuevo destino: sus compañeros, su salón y
maestros; el plan formado para que los próximos años de sus vidas siguieran un
solo camino.
Había logrado integrarse a aquella prestigiosa
institución el último día, un “milagro académico”, le habían dicho, pues nadie
antes había podido entrar de esa manera. Tras muchos problemas, logró conseguir
a tiempo sus libros y útiles, aunque para él no era tan importante, solo seguía
un guión hecho hacía mucho tiempo antes.
Una campana a lo lejos lo despertó
momentáneamente y se apresuró a llegar a la ceremonia de apertura, donde el
encargado daría unas palabras de bienvenida a los recién ingresados: caras
nuevas que se incorporaban a la gran familia Engels, como había convenido en
llamarles. Nada de esto era importante para él, solo eran palabras sin sentido,
pensaba, al mirar detenidamente los rostros de aquellos que, como él, éste era
su primer día. Miradas de nerviosismo, de terror, de alegría, inundaban aquella
plazoleta llena hasta el tope con alumnos nuevos, alumnos antiguos y aquellos
que empezaban a terminar sus estudios.
Mientras el delegado continuaba con lo que
parecía una plática eterna y sinrazón, sus ojos se detuvieron maquinalmente un
instante entre la multitud, y con sorpresa creyó ver lo que eran un par de
alas, hermosas y blancas, sobresalir entre la multitud. Guiado por un impulso
desconocido, se acercó lentamente,
cruzando aquel mar de gente, hasta que sus pies se detuvieron y miró con
curiosidad a una chica. Tenía el cabello corto y sujetado con una coleta; sus
ojos eran profundos con cierto dejo de melancolía y su mirada se perdía en la
lejanía, contemplando algo que él no podía. Poco después, ella se perdió entre
el gentío y nuevamente sonó la campana, anunciando que la ceremonia había
terminado.
Llegó a su salón y no hizo nada más. Tomó
un lugar cercano a la ventana, donde siempre le había gustado sentarse desde
que era pequeño; prefería perderse en el cielo que pensar en las vanas
preocupaciones mundanas: “no tiene caso pensar en cosas que no pueden
arreglarse”. Poco a poco el salón comenzó a atiborrarse de nuevos alumnos:
chicas alegres, tipos rudos, otros callados y algunos arrogantes completaron
los 37 lugares vacíos restantes. Inmediatamente después de que el último lugar
fuese ocupado, entró la profesora.
-Buenos días, ehm… yo soy… este… -la profesora
tomó un poco de aire y continuó, más relajada: -Mi nombre es Kazami Mizuho,
encantada de conocerlos-. Después de esta entrada poco usual en un docente, la
profesora pareció retomar su confianza y prosiguió con el discurso del
delegado:
-Sean todos bienvenidos al Instituto
Engels, donde espero se la pasen bien y tengan un excelente aprendizaje.
Y no era para menos. El colegio era uno de
los más importantes del país, reconocido por el nivel de sus graduados: cientos
de políticos, literatos, médicos, etc., ocupaban el gigantesco currículum del
plantel. Había un dicho entre los estudiantes de otras escuelas que afirmaba
que aquellos que ingresaran a esa escuela tenían un futuro brillante y
prometedor en cualquier campo del saber.
Sousuke miraba por la ventana
despreocupado, contemplando a los pájaros remontar el cielo azul teñido de
matices rojos, pues apenas despuntaba el alba; escuchaba los cantos de las aves
que amenizaban el día con su vigor y alegría, cuando su mirada se posó en el
patio y contempló nuevamente con asombro aquellas dos alas que había visto en
la mañana.
-¿Un ángel, acaso?-se preguntó extrañado y
su mente se llenó de infinidad de pensamientos, hasta que sintió un escalofrío
en su espalda y al mirar sobre su hombro, notó que lo estaban mirando. Era un
joven alto y apuesto, de cabello negro y ojos pequeños que lo miraba con
desdén. Sousuke ni se inmutó, “buscapleitos de seguro”, volvió a mirarlo y lo
fulminó con la mirada. Al volver a mirar por la ventana, las alas habían
desparecido.
Tras una pequeña jornada donde los alumnos
se dedicaban a conocer los nombres de sus condiscípulos, llegaría la hora del
almuerzo. Mientras partía hacia la cafetería, notó cuán grande era el colegio,
pasando por las canchas y los edificios administrativos. Su caminar era lento y
tranquilo. Gustaba del viento en su rostro y escuchar como el viento se daba a
notar en el movimiento de las copas de los árboles y en el risueño canto de las
plantas cuando eran acariciadas por su ligero andar.
Repentinamente volvió a tener aquel
escalofrío desagradable y miró frente a él al tipo que había visto en la
mañana.
-¿Qué quieres?-preguntó desafiante.
-No quiero nada, solo me desagradas-,
respondió aquel extraño sin inmutarse.
-Sólo eres un buscapleitos-, espetó
Sousuke-, no tengo porqué seguir escuchándote-, manteniéndose firme y listo por
si aquel sujeto quisiera golpearlo.
-Hmph, idiota-, dijo finalmente, después
comenzó a retirarse.
-¿Quién demonios te crees que eres para
hablarme así?- su ira iba en aumento mientras más miraba a su “enemigo”.
-Doumeki-respondió-, me llamo Doumeki
Shizuka. No lo olvides-. Hizo un gesto con la mano y se fue. –Adiós, idiota-.
Aunque malhumorado, Sousuke decidió
alejarse del lugar y vagar por el campus. No tenía ganas de volver a clases y
había perdido el apetito. Nuevamente, para su sorpresa, la escuela era más
grande de lo que parecía en un principio. Con más de 20 hectáreas de
terreno divididas en 3 sub-campus, era fácil perderse en aquel inmenso lugar, e
incluso encontrar lugares que para los estudiantes eran inaccesibles o más aún,
inexplorados. Uno de ellos era una serie de pequeños barrancos ubicados en la
esquina suroeste del colegio. Al llegar contempló el maravilloso paisaje.
A lo lejos podía distinguir la ciudad, una
enorme mancha grisácea envuelta en verdor; aquella ciudad que apestaba a muerte
y sueños rotos, a vicios consumados y una incesante marea de recuerdos que
llegaban lentamente. Posó su vista sobre los edificios más altos, que
sobresalían como las atalayas de una antigua fortaleza, y se preguntó si
aquellos hombres de traje, con mucho dinero y una vida prefabricada podían
verlo desde tan lejos. Se preguntaba si miraban alguna vez el cielo.
A su espalda se escuchó el caer de unas
rocas y al mirar pudo ver nuevamente aquellas alas que lo habían impresionado
tanto, sólo que ahora no despuntaban hacia el cielo, sino que caían en picada.
No tuvo tiempo de pensar; se abalanzó sobre su brazo y lo sostuvo de cara al
abismo que se cernía sobre ellos. Al subir a tierra firme unos ojos tristes lo
miraron. Era la chica de la coleta.
No pudo moverse, su mirada lo había
petrificado por completo en un estupor tal que no se percató de que estaban a
escasos metros de la saliente.
-¿Porqué me salvaste?-su voz sonaba hueca e
incorpórea, como si ya no fuera de este mundo.
-No lo sé-respondió secamente-, mi cuerpo
actuó por sí solo.
-¿Acaso te importa que siga con vida?-Su
mirada respondió por ella, sus ojos ya no tenían color, como si hubiera perdido
la voluntad de vivir.
-No lo sé, solo… se detuvo un instante y
pensó lo que iba a decir, pero nada llegó a su mente-, no quiero que mueras.
La chica lo abrazó dulcemente y se
desvaneció en sus brazos.
-Vaya problema, se dijo-. Si me oyes… me
llamo Sagara Sousuke.
-Anko. Mitarashi Anko.
Capítulo 2.
- Spoiler:
Cap.2
Mizuho-sensei fue muy indulgente con
Sousuke cuando supo lo de Anko. Al hablar con ella y contarle que estuvo al
borde del suicidio y que permanecía en la enfermería, no hubo represalias
contra él.
-Hiciste bien, Sousuke-kun-, dijo
finalmente, -nadie debe morir así.
Aunque se sentía aliviado por lo que había
hecho, no dejaba de haber una pregunta en su mente, que rondaba desde el
momento en que Anko se había desmayado; una pregunta extraña para él, algo que
nunca se había preguntado antes sobre una persona: “¿porqué?”
Cuando las clases terminaron, pasó a la
enfermería a buscar a Anko, pero ya se había ido. Algo en él, parecido a la
melancolía, surgió por un instante, y después se consumió lentamente.
Nada importante le esperaba en casa. Vivía
solo desde hacía 2 años antes y recibía ayuda de sus padres a veces, aunque no
los veía muy seguido. A veces solía trabajar en empleos de medio tiempo para
compensar sus gastos, que eran relativamente pocos, pero lo que no le gustaba
era llegar a casa. Había algo en su hogar que le provocaba aprensión en el
pecho, una tristeza que era difícil de olvidar cuando las sombras lo invadían
todo.
El punto álgido de este ir y venir de
pensamientos era cuando estaba a punto de acostarse. El mirar el techo vacío y
el silencio sempiterno de su habitación lo hacía confrontarse a lo que podía
esconder en las mañanas, sin ser visto por los demás. “Es mejor así, no quiero
llamar la atención”.
Siempre lo vencía el sueño repentino,
cuando en lo más profundo de su ser, su cuerpo y su mente se apagaban por un
instante y podía irse al mundo de los sueños, donde descansaba plácidamente, en
lugares oníricos y majestuosos, fuera de este mundo.
-“¿Acaso será esto una realidad? ¿Es algo
palpable, algo que puedo ver sin estar dormido?”
Cuando podía preguntarse esto en un sueño,
despertaba inmediatamente. El sol ya empezaba a salir lentamente por entre las
colinas y un nuevo día iniciaba.
-Hora de morir y ser otra persona-, se
limitó a decir mientras se vestía para ir a la escuela. Habían pasado ya 3
semanas del incidente.
Sousuke vivía en un departamento pequeño
que rentaba, a las afueras de la ciudad. Aunque tenía ciertos problemas con el
transporte, disfrutaba del caminar hacia la escuela; esta rutina era agradable
porque tomaba senderos a pie que no eran muy transitados; también aquel lugar
lleno de bosques y vida era muy tranquilo; rara vez se escuchaba el ruido de un
automóvil o algún otro ruido antinatural que cortara el silencio de aquel
paraje. La brisa del viento sobre los árboles y el rumor de agua corriendo
provocaba que por instantes, la
Naturaleza se apoderara de él poco a poco, consumiendo su
espíritu y dejando de pensar en aquello que tanto detestaba. Aunque siempre era
una decepción el ver el edificio administrativo a lo lejos, pues sabía que ya
no tardaría en llegar.
-Me pregunto si alguna vez esta rutina
terminará-se dijo a sí mismo-, si algo cambiará.
-Cambiará, si tienes el deseo de hacerlo-,
una voz susurró cerca de él.
Al mirar, se encontró con la mirada
penetrante de una hermosa mujer. Era alta y de cabello negro, y tenía un porte
aristocrático que era difícil no ver. Simplemente movió la mano y tomó su
rostro con la otra.
-Ahora vete, Sousuke-kun, o llegarás tarde
a clases-, musitó lentamente, y después se fue del lugar lentamente.
Aunque algo extrañado, continuó su camino y
al poner un pie dentro del instituto, su mente recordó algo. A alguien. No le
agradaba pensar tanto, pero a su sentir, era casi imposible no hacerlo.
-Me pregunto… ¿estará bien ella…?-.
La hora del almuerzo era la máxima prueba
para los recién ingresados; era donde las inhibiciones eran destruidas y los
muros de vergüenza y preocupación comenzaban a romperse entre los alumnos.
Muchos de ellos ya eran buenos amigos o tenían rivales acérrimos, los cuales
perseguirían en una eterna y estúpida batalla sin sentido a lo largo del tiempo
que estuvieran allí. Sousuke se sentó tranquilamente en una mesa alejada de la
enardecida multitud que se empujaban como animales por un pedazo de pan.
Casualmente había obtenido uno de los últimos que quedaban y disponía a comerlo
cuando fue interrumpido y sujetado con fuerza por el cuello.
-Adivina quién soy- dijo una voz aguda y
exasperante. Sin decir nada, Sousuke se quitó de encima el agarre y tiró al
suelo a su agresor.
-Ah… eres tú, Camus. Miró con algo de
molestia a su compañero. Era alegre y vivaz, aunque muy escandaloso; si bien
era apuesto, pues tenía el cabello largo y los ojos azules, su hiperactividad
causaba dolores de cabeza a más de uno, en especial a Sousuke, quien se sentaba
al lado suyo en el salón de clases. Fue la primera persona en hablarle, y si
bien Sousuke no lo consideraba del todo como su amigo, no lo alejaba totalmente
y escuchaba sus incoherencias y tonterías con su frigidez natural.
Pronto se les unió un chico de tercer año,
Nara Shikamaru; considerado por todos como un verdadero genio, su reputación
era la de “el alumno más inteligente que haya pisado el colegio”; también, era
uno de los preferidos de las chicas, pues su eterna mirada pensativa y
benevolente cautivaba sus corazones en un instante. Shikamaru se había hecho
amigo de Sousuke cuando fueron presentados los miembros del nuevo consejo
estudiantil; a petición de Mizuho-sensei, Sousuke fue admitido como el delegado
de clase, aún contra su voluntad y falta de interés en sus allegados.
Terminadas las clases, se le ordenó que
fuese al salón de reuniones, donde Shikamaru, el presidente estudiantil, lo
estaba esperando junto a otros alumnos de diferentes salones.
Tomó asiento y escuchó atentamente las
propuestas de los delegados: muchos de ellos eran nuevos en el cargo; se les
notaba por el nerviosismo en sus voces y sus miradas apenadas al hablar ante
los demás. Sousuke se limitó a hablar con tranquilidad una hoja que
Mizuho-sensei le había dado momentos antes. Terminada su propuesta, se sentó
sin decir una palabra. Los demás lo miraron con miedo y extrañeza.
Al terminar la reunión, Shikamaru lo detuvo
un momento: -Quiero jugar ajedrez contigo, Sagara-kun-. Aceptó sin rechistar y
tomó las piezas blancas, que acomodó lentamente en su lugar. Pronto, la partida
empezó y los movimientos empezaron a fluir en el tablero; una guerra en
miniatura, solía pensar.
Mientras las piezas se movían, creando paso
a paso la estrategia de los contrincantes, Shikamaru fue el primero en hablar:
-Dime, Sagara-kun, porqué estás como delegado de clase?
-No es que yo lo haya querido-, respondió
secamente-, Mizuho-sensei me dijo que lo hiciera.
-¿Entonces por qué no te negaste? Encontró
una vía libre y acabó con su primer alfil.
Sousuke respondió inmediatamente devorando
su caballo con un simple peón. Una victoria indirecta, pensó.
-No tengo motivos para decirte lo que hago
y no que no-, dijo tranquilamente, mientras movía su caballo hacia delante-.
-Bien, bien… solo espero puedas ayudar a tu
grupo. Ellos confían en ti-.
-Me temen… eso es diferente. Con un sutil
movimiento se acercó al rey. –Jaque-.
-No siempre es malo que te teman. Puedes
hacerlos entender y cambiarán de opinión respecto a ti-. De pronto una de sus
torres fue destruida y quedó el camino libre hacia su rey.
-Las personas no cambian de la noche a la
mañana. Si ya me temen, significa que no cambiará nunca-. Hizo un enroque
desesperado y protegió a su rey con los peones de alrededor.
-Veo que cuando se acercan mucho a ti te
proteges con un escudo. Tus piezas hablan por ti-. Entró de lleno y tuvo al rey
a punto de acabarlo.
-No tengo porqué escuchar esto. Me largo de
aquí. Se levantó de su asiento y salió por la puerta muy enfadado.
Shikamaru rió para sus adentros y miró el
tablero. Sousuke había ganado 4 turnos antes y no lo había notado.
-Creo que… ya no merezco ser llamado
“genio”.
Capítulo 3.
- Spoiler:
Cap. 3
Durante el transcurso del año, Sousuke
había visto al menos 3 veces a Anko, pero no había podido hablarle. Parecía
como si se alejara de él en cuanto sentía su presencia cerca. Lo único que
sabía era que iba en el salón 1-C, pero nunca se atrevió a acercarse al lugar
por temor a que se desmayara como la primera vez que se conocieron.
Los días pasaban lentamente y la vida de
Sousuke parecía siempre la misma. Su rutina era sentarse a comer escuchando las
tonterías de Camus y las pláticas pseudo-filosóficas de Shikamaru mientras él
veía el cielo y se perdía en la lejanía, pensando que había más allá de aquel
cielo azul y vasto que se cernía sobre su cabeza… se preguntó si había más
personas en el mundo que se hacían la misma pregunta que él, si mirando al
cielo se preguntaban: “¿acaso hay algo más que este mundo?”.
Pasó el verano y llegó el otoño
rápidamente; con él, las hojas de los árboles cayeron y el paisaje comenzaba a
morir por los fuertes vientos y las repentinas lluvias que caían
inusitadamente. Aún con todo esto, Sousuke seguía pensando en Anko, más que
nunca, ya que había algo en sus ojos que le recordaba el clima frío e insípido
del otoño; algo que duerme en la oscuridad, esperando lentamente el renacer en
la primavera.
Un buen día, Mizuho-sensei hizo saber a sus
alumnos que harían un viaje escolar. Muchos estaban muy entusiasmados con la
salida, algo que siempre era agradable y cambiaba la eterna rutina tediosa del
colegio. Inmediatamente todos aceptaron. Por otro lado, Sousuke pensó que
quizás sería una buena oportunidad de ver a Anko fuera del colegio y
preguntarle el porqué de su extraño comportamiento, y también saber un poco más
sobre esas misteriosas alas.
Pasados unos días, había llegado el momento
del viaje. Sousuke no pudo dormir bien la noche anterior. Había muchos
recuerdos encerrados en su mente relacionados con los viajes escolares, cosas
que no deseaba recordar. Aunque había un cierto dejo infantil de ilusión por el
lugar que conocería, sus pensamientos eran otros, y su sentir era otro;
alejados los unos de los otros, el único punto de unión era Anko. Y no sabía
por qué.
Al llegar a la escuela, ya todo estaba
preparado: los autobuses estaban listos y los motores encendidos acallaban a
los alumnos que habían podido asistir; los profesores de un lado a otro iban
apurando a los alumnos a subir y tener cuidado con sus pertenencias,
Mizuho-sensei entre ellos; una mano esquelética se posó en su hombro y al
mirar, se estremeció al ver a la muerte misma; sus ojos eran azules, pero era
inevitable ver un dejo de maldad pura tras ellos; su figura era atlética y a la
vez parecía muy vieja, pero era muy fuerte, con el simple presionar de su mano
sobre el hombro de Sousuke, éste perdió la fuerza poco a poco, hasta que logró
quitarse el peso de encima.
-Alégrate, mocoso-, dijo con voz
fantasmal-, esta vez no has caído al suelo.
Se incorporó rápidamente y miró con fiereza
al hombre, quien rió socarronamente.
-Vete ya, chico, o perderás tu viaje… y no
deseas perderlo, ¿verdad?-musitó, riendo por lo bajo.
Miró al hombre por última vez y corrió a
tomar su autobús.
-No deberías tratar así al chico-, dijo una
voz que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez.
-Es fuerte. Otros habrían caído al
instante.
-Sí, lo es, pero también tiene un corazón
muy débil, aunque se esfuerce por aparentarlo. Como maestro de Historia,
deberías saberlo bien, que las cosas cambian repentinamente, Alone-sensei.
-Sí, como diga, Directora-, rió suavemente
y desapareció en la oscuridad. –Sagara Sousuke. Tu viaje empieza aquí.
Sousuke ya estaba acostumbrado. Se sentó en
un espacio vacío que nadie ocupó durante el viaje y miró hacia el camino. Le
encantaba salir fuera de la ciudad. Los prados verdes, los campos de cultivo,
la naturaleza misma llamándole, mostrándole que había más que la ciudad y que
su escuela, que había mundos allá afuera más hermosos y más grandes de lo que
él pensaba. Sus pensamientos fueron sacudidos por un movimiento brusco del
autobús y cayó de lado al asiento vacío, donde para su sorpresa, su mirada se
encontró con las alas que tanto había buscado. Al mirar hacia arriba, su mirada
se petrificó por completo. Él y Anko iban en el mismo autobús. Anko no dijo
nada, ni siquiera se inmutó, sólo continuó caminando hacia la parte trasera del
transporte. Estornudó y se tapó la cara para que nadie pudiera ver que, por un
instante, se había sonrojado.
El
camino fue largo y pesado, pero los estudiantes supieron como divertirse.
Camus, quien deseaba ser como siempre el centro de la atención, pidió hacer un
juego en el que, aquel que perdía, tenía que besar a una chica o chico que
estuviera jugando. Por supuesto, su propuesta fue recibida por muchas
cachetadas de parte de las chicas y alabanzas por parte de los chicos.
Sousuke siempre lo había notado en sus
viajes; los alumnos parecían más desinhibidos conforme se alejaban más y más de
la ciudad. Sus miedos, inseguridades, se iban perdiendo entre más lejos se adentraban
en el país que para ellos era desconocido, salvo por los mapas escolares.
Paisajes vastos a sus alrededores, mientras ellos estaban confinados en su
pequeño autobús, donde no podían moverse y solo podían mirar hacia afuera, como
animales enjaulados, y el encierro empezaba a afectarles, haciendo que
cometieran actos que no se atreverían nunca a hacer.
Después de algunas horas de viaje, el
autobús se detuvo frente a un pórtico enorme. Habían llegado a su destino, un
antiguo fuerte y hacienda que había servido como guarida de antiguos militares
durante las guerras. Los alumnos bajaban lentamente y con cuidado de sus
transportes y, estirando las piernas y bostezando, sintieron una ola de calor
que los golpeó de pronto; el clima del lugar era árido y seco, el viento
parecía quemar los pulmones y el calor era abrasante.
Todos buscaron refugio en las sombras
inmediatamente; por suerte, dentro del fuerte el clima era agradable y templado.
Mientras Mizuho-sensei, vestida de forma casual y cómoda, comenzaba a dar las
explicaciones del lugar, Sousuke prefirió salir a campo abierto. Aunque el
calor era casi intolerable, a él le parecía mejor que estar todo el día con sus
compañeros, que harían preguntas ridículas que olvidarían para la hora del
almuerzo. Rodeando al fuerte había un pequeño bosque seco, donde antes hubo más
vida de lo que se podía ver ahora mismo; algunos árboles muertos, cansados del
calor, habían decidido morir en esa tierra yerma y árida antes que continuar
sufriendo. Al caminar por el bosque, sintió una extraña aprensión en su pecho,
una suerte de presentimiento que lo molestaba y lo distraía lentamente. Al poco
rato llegó a una saliente baja, y al asomarse pudo ver una laguna de agua
cristalina. El agua parecía fría y refrescante y decidió ir a tomar un poco de
agua, pues el calor lo estaba sofocando. Al llegar hundió la cabeza en el agua,
e inmediatamente se sintió mucho mejor. Al sacar su rostro del agua, creyó ver
algo, quizás causado por el excesivo calor o la refracción del agua en sus ojos
al contacto con el Sol, pero después vio algo que lo paralizó por completo.
Ante él estaba un verdadero ángel: su piel tersa, su torneado cuerpo, parecía
un hada que había decidido salir a tomar el Sol.
Después miró con detenimiento y se encontró
con una mirada de venado, dócil y temerosa, que lo miraba con incredulidad. La
figura cayó al suelo desmayada de la impresión.
Al despertar, Anko miró hacia el cielo;
estaba bajo uno de los pocos árboles verdes que había en el lugar y que se
alimentaban de la laguna; se preguntó cómo había llegado ahí, pues solo
recordaba que alguien la había visto desnuda en la laguna y se desvaneció. Al
mirar hacia un lado, se encontró con la mirada fría de Sousuke, que estaba un
poco ruborizado.
-Toma-, dijo, mientras se quitaba una
chaqueta ligera que llevaba-, tápate. Te servirá en lo que te vistes.
Anko tomó la prenda tan rápido como pudo y
se escondió tras un árbol; mientras se ponía su ropa pensó en aquellas
circunstancias que la habían llevado allí: al haberse aburrido de la explicación
de su profesor, salió a tomar un paseo, pero pronto se cansó por causa del Sol
que constantemente la molestaba, hasta que encontró la laguna y decidió tomar
un baño para refrescar su cuerpo. El contacto del agua en su cuerpo desnudo le
agradó de sobremanera. Podía escuchar los pájaros cantar, los árboles moverse
con el viento, le agradó como la vida se agarraba con fuerza a aquella laguna
que era su última esperanza cuando los otros árboles simplemente se habían
rendido a su suerte y murieron viejos y secos. Decidió que había sido
suficiente y al mirar por su hombro, se encontró con un hombre que la miraba
con curiosidad. Se ruborizó y finalmente se desvaneció.
“De todas las personas, tuvo que ser él”,
pensó muy sonrojada, mientras trataba de recobrar la compostura y reunía el
valor para poder encararlo; después de un rato, salió de su escondite y mirando
muy enojada a Sousuke, lo abofeteó en el rostro. No dijo nada más y se fue del
lugar, con lágrimas en los ojos.
Al volver al fuerte, se encontraron con que
el tour había terminado y ya estaban almorzando. Sousuke se sentó y al poco
rato llegaron Shikamaru y Camus a sentarse con él.
-¿Qué tal el viaje, Sousuke-kun? ¿Ya
ligaste? Como era de esperarse, una pregunta incómoda de Camus era la forma de amenizar
el ambiente.
-Eso a ti no te importa… además, podría
preguntarte lo mismo-, respondió tranquilamente.
-Pues para que veas-, señalando a la mesa
de las chicas-, esta vez voy por esa chica. Sousuke miró a una pequeña que
parecía más de secundaria entre la mesa de las demás. Tenía el cabello rojo y
sus ojos eran verde esmeralda; su cabello estaba sujeto por coletas, lo que la
hacía parecer más pequeña aún. -¿No es esa Shuzen Kokoa, la delegada del salón
1-B?-respondió secamente.
-Así es-, respondió con aire triunfal-, y
antes de que este viaje termine, ella será mía-, soltando una risotada se fue
de la mesa, pensando en lo que tenía que hacer.
-¿Y tú que, Shikamaru? Con tantas chicas
tras de ti, supongo debes tener a alguien en mente.
-Bueno, no puedo decir que no a eso-. Se
sonrojó un instante y después miró despreocupadamente hacia la mesa de las
chicas. Una joven se levantó con brusquedad de la mesa al mirarlo y se fue, muy
enfadada.
-Se llama Suzumiya Haruhi. Va en el mismo
salón que yo. Sousuke se limitó a mirar sin decir nada; era preferible que
otros hablasen de sus problemas, ya que así no hay posibilidad de que tuviese
que hablar él de los suyos.
-Desafortunadamente me odia por algo
ocurrido hace años antes, pero no pienso rendirme esta vez-. En sus ojos
apareció una clara determinación y se fue de la mesa, dejando a Sousuke solo.
–Bueno, mejor para mí-, se limitó a
responderse a sí mismo.
Con la llegada del crepúsculo, el viaje
terminaba. Mientras todos los alumnos subían a sus respectivos autobuses,
Sousuke miró por última vez el fuerte. Parecía un lugar más antiguo que cuando
llegaron, un lugar lleno de historias que nadie había osado contar nunca. Este
pensamiento fugaz se desvaneció al ver que Anko subía al autobús y lo miraba
por la ventana con odio reflejado en sus ojos. Él subió sin inmutarse y tomó su
asiento sin que nada pasara.
Al caer la tarde, comenzaban las
“hostilidades” de parte de los chicos hacia las chicas que les gustaban. En más
de una ocasión, Camus fue abofeteado por Kokoa, quien dijo después que se había
querido propasar con ella; Camus fue obligado a sentarse hasta el frente, con
Mizuho-sensei, quien lo regañaba cual niño de primaria.
Entre más rápido caía la tarde, el autobús
comenzaba a silenciarse; era como si la noche absorbiera la alegría y el gozo
de los estudiantes, a cambio de intercambios amorosos en silencio y cubiertos
bajo el manto nocturno. Se decía que en los viajes siempre aparecían parejas
nuevas e, incluso, desconcertantes. Esto ocurría en todos los autobuses.
En otro autobús, Shikamaru ya le había
robado un beso a Haruhi, quien no opuso resistencia alguna en ningún momento y
se dejó llevar por el momento. Fue así como Haruhi contó a Shikamaru que le
tenía rencor por haberla visto desnuda en los baños, aunque hubiese sido un
accidente, pero que desde que ingresaron como alumnos de primero, había sentido
un cariño especial por él, algo que nunca nadie pudo igualar.
A partir de entonces, las palabras sobraron
y sus cuerpos hicieron el resto.
Sousuke contemplaba las estrellas que
comenzaban a poblar el firmamento, buscando a la Luna. Siempre le
había gustado verla en las noches estrelladas y claras; desde que era pequeño
tenía un gusto especial con la
Luna. No hizo más que escuchar aquellos rumores que
significaban que las parejas florecían rápidamente, sin decir una palabra.
Pensaba que aquello ya no le era permitido desde aquella terrible situación
años antes. Sólo dejó ir su mente y se dejó llevar por las estrellas que
parecían acompañarlo.
De pronto, el autobús sufrió una sacudida y
alguien cayó en el pasillo al lado de él. Sousuke se limitó a ayudar a
levantarla por mera cortesía cuando volvió a ver aquellos ojos que lo
paralizaban de miedo. Anko se levantó algo sonrojada y musitó un “gracias”, que
apenas y salió de su boca. Impulsado por su espíritu, Sousuke no la soltó y la
atrajo consigo para abrazarla. Anko no supo qué decir.
-Sa…Sagara-kun… yo… apenas te conozco…
no... no es correcto… Anko trataba de dar alguna respuesta coherente, pero el
latido de su corazón comenzaba a ser más y más fuerte, mientras a la sombra de
la cortina que cruzaba por la ventana, se sonrojaba más y más.
En aquel momento, las estrellas los
cobijaron. Al levantar el rostro de Anko, la Luna iluminaba su tez ya la hacía ver más bella
de lo que ya era: sus labios suaves, sus hermosos ojos, su tersa piel y su
delicado cabello que caía por su hombro la hicieron irresistible.
-Perdóname-. Sosusuke la llevó hasta su
rostro y la besó tímidamente. Él también estaba muy apenado por la situación, e
incluso no entendía el porqué su cuerpo actuaba por sí solo, pero no quiso
pensar en ello. Quiso que aquel momento nunca terminara, que el autobús nunca
se detuviera, que él y Anko nunca se separaran. Se lo preguntó por un instante:
“¿es esto amor? ¿es posible?”
Pronto las luces de la ciudad comenzaron a
hacerse más y más notorias y ya no quiso pensar más. Cuando el autobús se
detuvo frente al colegio, las luces se encendieron y los demás los vieron
dormidos plácidamente, abrazados como una pareja que ya llevaba años. Pero que
habían iniciado esa misma noche.
Capítulo 4.
- Spoiler:
Cap. 4
Las siguientes semanas fueron una época de
transición en su vida. El acostumbrarse a tener pareja era algo complicado.
Ante el rostro de incredulidad de Camus y Shikamaru, llegó de la mano de Anko.
Ambos estaban cabizbajos y sonrojados, pero sus manos no se soltaron en ningún
momento. Pasaban las horas juntos, caminando por el campus en el almuerzo,
comiendo juntos, tratando de pasar todo el tiempo posible en compañía del otro.
Pronto, la pregunta de Camus fue
inevitable: -¿Y qué, ya lo hicieron?-
Sousuke estuvo a punto de golpearlo con
todas sus fuerzas de no ser porque Shikamaru lo detuvo rápidamente.
-Eso a ti no te incumbe, pervertido-,
respondió fríamente, y se fue del lugar.
No le gustaba hablar de eso. En días
pasados, él y Anko lo habían intentado, pero estaban muy nerviosos para saber
qué hacer, por lo que trataba de no pensar mucho en ello. Se sintió algo
confundido y salió al patio a caminar, como siempre lo había hecho desde que había
entrado al colegio. Sin saber porqué, llegó a los edificios administrativos,
donde miró con extrañeza una escena particular: una mujer estaba sentada con
una botella en la mano, comiendo alegremente mientras un chico con el mismo
uniforme que él iba de un lado a otro a regañadientes, sirviendo comida y
bebida.
Hubo un silencio algo repentino y aquella
mujer dijo al viento: -No tienes porqué esconderte, Sagara-kun. Me da gusto
volver a verte.
Al acercarse, Sousuke la reconoció al
instante. Era aquella mujer que había visto los primeros días de escuela.
-Y bien, ¿cuál es tu deseo?-preguntó
amablemente.
-¿Quién eres?-, preguntó con desconfianza.
-Yo soy la directora de este colegio,
Ichihara Yuuko-. Se levantó de su asiento y parecía más imponente aún. –Y bien,
déjame preguntarte otra vez, ¿cuál es tu deseo?
Aunque extrañado por la inusual pregunta,
Sousuke siguió el juego. -¿A qué te refieres con “deseo”?
-Es extraño que los estudiantes lleguen a
verme, tú eres el segundo de este año. Solo aquellos que tengan un deseo pueden
verme. No es diferente contigo. Aunque-, hizo una pausa y miró hacia el cielo-,
tendrás que pagar el precio.
-No tengo nada que desear, aunque sí tengo
una pregunta-, respondió.
-¿Y bien, cuál es?-, lo miró con
curiosidad.
-¿Porqué las relaciones humanas son tan
complicadas?
La directora tomó un poco de sake y lo
bebió con tranquilidad, para después perforarlo con la mirada.
-Eso es muy fácil-, respondió. Es porque
las personas son complicadas y sus acciones no pueden ser distintas a su
naturaleza.
-Creo que me retiro. Sousuke dio la media y
vuelta y estaba listo para partir cuando la directora le dijo que se detuviera.
-Ten cuidado-, dijo tranquilamente-, quizás
ahora tengas días llenos de gozo y alegría, pero no sabemos cuál será el resultado
el día de mañana. Aprovecha todo lo que vives y disfrútalo.
-Gracias por el consejo, directora. Si me
disculpa, debo retirarme.
-Nos veremos pronto, Sagara-kun. La mirada
de la directora era misteriosa y llena de significados ocultos.
-Muy pronto…
Pasado el tiempo, la relación entre Anko y
Sousuke fue haciéndose más y más seria. Disfrutaban de las tardes ventosas en
una colina cercana a la casa de él, tomados de la mano, sin nada que decir,
solo sintiendo lo que el otro pensaba. También, fue por estos momentos en los
que Anko y Sousuke volvieron a intentarlo. Aunque nerviosos, dejaron que sus
cuerpos hablaran por sus mentes y se entregaron a la experiencia. Al día
siguiente, Sousuke le pidió a Anko que vivieran juntos. Con una sonrisa en su
rostro, Anko aceptó.
Cierto día, Sousuke vagaba como siempre en
el campus, pensando en infinidad de cosas, hasta que una mano vigorosa lo tomó
por el hombro y lo tiró hacia atrás. Los había visto antes, eran buscapleitos
de segundo año. Una banda que solía hacer maldades, golpear alumnos débiles,
robar dinero de los estudiantes y acosar chicas.
-Venimos por ti, imbécil-, dijo uno de
ellos, mientras lo pateaba en el estómago.
Lo levantaron tirando del cabello y le
dieron un puñetazo en la cara. –Queremos a esa chica con la que sales-, le
respondieron burlonamente.
Sousuke había decidido años antes hacer un
pacto consigo mismo, en el que por ninguna circunstancia volvería a golpear a
alguien, ya que en secundaria estuvo a punto de matar a golpes a un estudiante,
pero la simple mención de Anko en boca de esos tipos fue suficiente para
hacerlo estallar.
Tomó a uno de ellos por la pierna y lo tiró
de un jalón. Al liberarse de quien lo tenía sujeto, logró lanzarlo lejos y a
los otros dos los acabó con un solo golpe de su mano. Dos de ellos sangraban
copiosamente por la nariz y estaban llorando. En cuanto al tipo que mencionó lo
que querían hacer con Anko, lo golpeó en el suelo una y otra vez. La sangre
brotaba a chorros de la boca y la nariz del individuo, que estaba al borde de
perder la consciencia, mientras Sousuke no dejaba de propinarle una golpiza
brutal.
-¡No vuelvas a hablar de ella!-, gritó
enojado-, no te atrevas a hablar de ella de nuevo!
De pronto, alguien lo tomó del brazo y lo
alejó del hombre, que yacía medio muerto en el piso.
-Déjalo ya, míralo. No puede ni moverse.
Alejó de golpe el brazo desconocido y lo
miró a la cara. Era Doumeki.
-¿Tú qué demonios quieres aquí? ¿Acaso son
amigos tuyos?-, gritó con fuerza.
-No, yo no los conozco, pero estuviste a
punto de matar a alguien. ¿Querías ser expulsado o algo así?
Sousuke no soportó más y trató de
golpearlo, pero Doumeki era más rápido y lo golpeó en el estómago, que hizo
expulsar todo el aire de Sousuke y lo dobló en el suelo.
-Cálmate, idiota. Solo vengo a hablar.
Doumeki cargó a Sousuke lo mejor que pudo y
se lo llevó lejos del lugar. Los cuerpos de los matones yacieron allí
inconscientes, pero ninguno había muerto.
-¿Para qué me traes aquí?-dijo secamente.
-Alguien me dijo que te cuidara-, respondió
Doumeki con brusquedad.
Hubo un minuto de silencio, donde incluso
el aire mismo se había callado, esperando la respuesta de uno de los dos.
-Fue Anko, ¿no?-, sus palabras se fueron
con la brisa.
-Sí-, dijo finalmente-, ella ya sabía de
estos tipos y creyó que te harían daño, por eso me pidió que te cuidara, aunque
no pensé que fueras tan fuerte y tan despiadado como para querer matarlos a
golpes.
Ya no supo que decir. Se limitó a poner las
manos entre el rostro y no habló por más de una hora.
Doumeki se sentó a su lado, sin decir una
palabra, limitándose a mirarlo, mientras que Sousuke comenzaba a llorar de la
vergüenza y del miedo que tenía por lo que había hecho.
-No te arrepientas-, dijo Duomeki-, lo
hiciste por defender a alguien a quien amas.
-Gracias… -Sousuke se levantó y se fue.
Al llegar a casa, Anko lo miró asustada:
estaba sangrando de la cabeza. Se apresuró a curarlo y después dejó que
descansara recostado en su regazo.
-¿Te ayudó Doumeki-kun, verdad?-, respondió
algo preocupada.
-Sí-, así es. Esbozó una sonrisa y miró a
Anko, quien se ruborizó al instante. -Te quiero Anko-.
Era la primera vez que Anko lo había
escuchado decir eso. Aunque lo sabía perfectamente, las palabras nunca habían
sido necesarias. Aquel “te quiero” resultó devastador para ella y comenzó a
sollozar.
-Y yo a ti, Sousuke. Las lágrimas caían en
el piso y lo abrazó a su pecho, donde por fin pudieron descansar.
Dos días después, Anko le comentó a Sousuke
que debía salir de la ciudad por tres días, pues su madre estaba enferma y
debía ir a visitarla. Aceptó sin decir nada y le pidió que se cuidara mucho en
su viaje. La acompañó hasta la estación de autobuses, donde se despidieron con
un beso.
El camino a casa fue largo y melancólico.
Sentía que una parte de él ya no estaba, que algo dentro de él estaba
incompleto. Le invadió una profunda tristeza. Iba tan ensimismado en sus
pensamientos que no notó que chocó con una persona y la hizo caer. De pronto,
pareció volver a la realidad y ayudó a levantar a la mujer.
-Disculpe, no era mi intención… se detuvo
un instante y contempló a su pasado.
-Mi… ¡Misato-sempai! La mujer lo miró
atentamente y después lo abrazó alegremente.
-¡Sousuke-kun! ¡Tanto tiempo sin verte! La
mujer parecía complacida y alegre al verlo.
Katsuragi Misato conocía a Sousuke de sus
años de secundaria; ella era una estudiante de preparatoria que llegó a su
colegio a trabajar como becaria, y ahí se conocieron. Fue amor a primera vista.
Aunque Misato sabía bien que era incorrecto tener alguna relación no formal con
los alumnos, no parecía importarle mucho, y mucho menos a Sousuke. Su primer
beso se lo dio ella. Fue en una cita que acordaron tener. Aunque los dos
estaban nerviosos, la oscuridad del cine les infundió valor. Sousuke fue el
primero en tomar su mano, quien se asustó al instante, para después mirarlo y
sonreírle tímidamente. Se sentía una niña de su edad, aunque fuese 3 años más
grande que él.
Cuando terminó el segundo año de
secundaria, Misato se fue debido a un recorte de personal y jamás volvió a
verla. Hasta ahora. Pasaron los días siguientes de forma muy divertida;
salieron a pasear, a platicar sobre los viejos tiempos, sobre las cosas nuevas
que les habían ocurrido y los tiempos felices que compartieron en la
secundaria.
Una noche, Misato llegó ebria a casa de
Sousuke. Él no tuvo más opción que dejarla quedarse a dormir por esa noche
allí.
Mientras preparaba su cama, Misato apareció
ante él sólo con su ropa interior y mirada provocativa.
-Te he extrañado mucho, Sousuke-kun. –Su
voz sonaba muy dulce y también muy melancólica, mientras lo abrazaba y le
robaba un beso. La sorpresa hizo que Sousuke cayera en la cama, con Misato
encima.
-Hubo muchas cosas que tú y yo no
experimentamos cuando nos conocimos-, dijo suavemente y en su oído-, pero ya
somos grandes, ¿verdad? Misato se quitó tranquilamente su ropa interior,
quedando desnuda ante él. Después comenzó a besarlo apasionadamente.
Sousuke ya no quiso pensar. Aunque le daba
pena decirlo, siempre quiso que su primera vez fuera con Misato-sempai, pero
pensaba que el que un niño pensara en cosas así era indecente, por lo que borró
ese pensamiento. Pero ahora, las cosas habían cambiado y lo invadió una oleada
de tristeza, que recorrió todo su cuerpo.
-Misato-sempai… -le dijo al oído-, te
quiero…
-Y yo a ti, Sousuke-kun-, habló suavemente-,
siempre te he querido.
Un grito de terror acalló al mundo un
instante y un rayo partió el silencio, indicando que llovería. Al mirar,
Sousuke tuvo verdadero miedo por primera vez en su vida. Anko los vio en la
cama besándose apasionadamente. No dijo nada, solo se limitó a sonreír llena de
tristeza y corrió lejos, lejos de todo,
pero sobre todo, lejos de él.
La noche había caído cuando Anko volvió
repentinamente. Se le veía feliz y contenta. Su madre se había recuperado más
rápido de lo previsto y le contó mucho sobre Sousuke. Su madre le pidió que la
próxima vez que viniera lo trajera consigo para conocer a quien esperaba fuera
su yerno. Aunque muy ruborizada por el comentario de su madre, Anko aceptó
gustosa. Quiso llegar a casa sin avisar para darle la sorpresa, le prepararía
una deliciosa comida y después le mostraría a Sousuke cuanto lo había extrañado
en su habitación. Al llegar notó algo raro, algo que perturbaba el equilibrio
de su casa, al buscar sin hacer ruido, encontró restos de comida para dos y su
corazón dio un sobresalto. Sin atreverse a pensar en nada malo, fue directo a
su habitación, donde encontró a una mujer desconocida y a Sousuke besándose
apasionadamente.
Sousuke tomó las ropas que pudo y salió en
su busca. Misato quiso decir algo, pero no pudo. Las palabras no salían de su
boca. Miró cuidadosamente la habitación y se percató de algo que para entonces
era invisible.
-Que tonta soy-, se dijo-, no me percaté de
que el cuarto olía a mujer casada.
Capítulo 5. Final.
- Spoiler:
Cap. 5
Anko corrió lo más lejos que pudo,
perdiéndose y tropezándose en la oscuridad que no dejaba ver sus lágrimas caer.
Su mundo había sido destruido en un abrir y cerrar de ojos. Su mente no dejaba
de mostrarle aquellas horribles imágenes que había visto en la habitación, en
un lugar al que ya nunca más podría volver. A lo lejos escuchó pasos y se
atemorizó aun más, por lo que corrió más rápido aún, aunque su cuerpo mostraba
señas de que se cansaba rápidamente.
“Por favor, no te detengas ahora, ahora no,
por favor, en cualquier momento, menos ahora”. A lo lejos escuchó su nombre y
reconoció aquella voz inmediatamente. Su corazón dio un vuelco entero; parte de
ella deseaba detenerse, preguntar el porqué, aunque doliera, porqué él, a quien
amaba tanto, la había engañado; se preguntó si no era lo suficientemente
bonita, si había hecho algo que lo enfadara o que lo hubiera hecho sentir la
necesidad de estar en los brazos de otra mujer, si no había sido una buena
pareja. Su corazón parecía romperse a pedazos cuando de pronto sintió una estocada
en el pecho. Era una punzada agonizante y dolorosa, que se volvía más y más
insoportable a cada paso que daba. Pronto sintió que su cuerpo se apagaba y
creyó caer al suelo, desmayada. Lo último que vio fueron los pies de una
persona.
-Sousuke… apenas y musitó su nombre antes
de caer desfallecida.
Sousuke la buscó toda la noche. Corrió de
un lado a otro, sin poder encontrarla; cada minuto que pasaba era más y más
doloroso para él; el que Anko los haya encontrado a él y a Misato-sempai juntos
era algo difícil de explicar, sobretodo porque respondió fácilmente a sus
encantos, sin ningún tipo de resistencia. Corrió por los alrededores, a su
casa, al colegio, adonde pudiera estar ella, pero nunca la encontró. La luz de la Luna lo acompañó a cada paso
del camino, mientras sus lágrimas de impotencia y culpa caían al suelo.
Finalmente, se derrumbó y lloró en el suelo, en completa oscuridad y con la
certeza de que se hallaba solo en el mundo. Quería morir.
El alba lo encontró tirado en el piso,
acurrucado en una posición extraña. Cuando al fin despertó, alguien se
encontraba frente a él. Miró hacia arriba y se encontró con la fría mirada de
Doumeki.
-Hola idiota-, dijo de forma burlona-, ¿te
corrieron de casa?
Sousuke no respondió. Reaccionó tan rápido
que ni siquiera notó cuando se incorporó y golpeó en la cara a Doumeki con toda
su fuerza. Su ira parecía desbordar por todo su cuerpo y no pensaba
adecuadamente. Fue entonces cuando Doumeki respondió con un brutal golpe que lo
derribó completamente.
-Hmph, idiota.- Lo tomó por el brazo y lo
levantó de un solo impulso. –Venía a decirte que sé dónde está Anko-.
El rostro de Sousuke se volvió pálido un
instante y rogó a Doumeki que le indicara donde.
-Sígueme.
Caminaron largo rato. En muchas ocasiones
Doumeki tuvo que halar a Sousuke, quien parecía hallarse inmerso en los más
profundos pensamientos, con la vista perdida y melancólica, mirando siempre
hacia el suelo. Doumeki se limitó a mirarlo y llevarlo hasta donde estaba Anko.
Al llegar, Sousuke miró y con cierto dejo de
sorpresa, se encontró frente a la casa de Doumeki. Sin preguntar, se soltó de
su brazo y entró a su casa. Gritando y buscando por todos lados a Anko, la
encontró en una habitación del segundo piso, aparentemente dormida. Su piel
tersa seguía tan hermosa como siempre y su forma de dormir recordaba a una
princesa de cuento de hadas.
-Anko… por fin… por fin te he encontrado…
-musitó lentamente y luego prorrumpió en llanto.
Doumeki los dejó solos. No había nada que
él pudiera hacer en ese momento. Había cumplido con el trato.
Pasadas unas horas, Sousuke salió de la
habitación. Parecía fatigado y débil. No había comido desde la noche anterior y
parecía que estaba a punto de desmayarse. Doumeki le ofreció un poco de comida
que apenas y probó, pues tenía la mente en otro lado, mirando siempre en la
dirección donde estaba ella.
-La encontré así anoche. Doumeki fue el
primero en hablar. -¿Qué le hiciste?-
Sousuke no respondió. Doumeki, furioso, lo
tomó por el cuello y lo lanzó hacia la pared.
-¿Qué le hiciste?- volvió a preguntar, esta
vez en un tono amenazante.
Lo único que pudo hacer fue bajar la mirada
y no decir nada. Doumeki lo lanzó al suelo.
-Sólo quiero que sepas algo. Esto es tu
culpa-. Al mirarlo, lo que vio lo hizo estremecer. Sousuke yacía en el suelo,
distante y frío, como si la vida se hubiera ido de pronto de su cuerpo. En sus
ojos no quedaba ni un atisbo de humanidad ni vida. Lo levantó y su cuerpo se
notó frágil y liviano. Decidió dejarlo en un sillón para que descansara.
-Quédate aquí hoy. No querrás irte sin
ella-.
A la mañana siguiente, el clima predecía
una tormenta más fuerte que la de la noche anterior. Doumeki decidió ir a ver a
Anko, quien seguía dormida sin haber cambiado siquiera de posición; después fue
a ver a Sousuke, quien ya se había ido de ahí. –Vaya idiota-, se dijo.
Caminaba por las calles como si nada. El
mundo entero había perdido su color, su alegría, nada ya tenía sentido. Una o
dos veces pensó en quitarse la vida, pero algo en él le decía que no debía
hacerlo. Caminó muchas horas sin rumbo, deseando saber qué era lo que podía
hacer, cómo podía decirle a Anko que lo que ocurrió con Misato-sempai fue un
malentendido, cómo podría retornar a su vida anterior, pero otra parte suya le
decía que las cosas habían cambiado para siempre, que ya no volvería a ser lo
mismo nunca más.
Podía sentir el viento en su rostro, que
arreciaba con fuerza, pero su cuerpo no respondía. Pronto los rayos comenzaron
a caer y la lluvia cayó a borbotones. El mundo entero parecía llorar por la
pérdida de Anko, al igual que él, y sus lágrimas se mezclaban con la lluvia que
parecía no dejaría de caer nunca.
Finalmente sus sentidos se recuperaron un
poco y se encontró frente el colegio. Parecía más imponente y terrorífico de lo
que él mismo recordaba. Invariablemente corrió hacia el pórtico principal para
resguardarse de la lluvia. Súbitamente sintió algo dentro del lugar, algo
extraño que no había sentido antes al estar allí. Sus pasos lo guiaron a través
de los oscuros pasillos, adentrándose más y más en aquel interminable laberinto
de sombras. Afuera, la lluvia arreciaba con más fuerza que nunca; daba la
impresión de que el Sol sería cubierto eternamente por nubes y la lluvia caería
eternamente. Subió por escaleras, atravesó pasillos y salones, pensando porqué
no podía detenerse, por qué sentía que había algo al final del viaje. Pronto,
llegó al lugar donde menos esperaba encontrarse: el despacho de la Directora.
Al abrir la puerta, se encontró con algo
más que un despacho: el recinto parecía sacado de la época victoriana. Cortinas
de seda, pequeños tablones de caoba, una mesa de roble tallada a mano y
pequeños jarrones y bustos por doquier. El recinto estaba alfombrado con
terciopelo rojo y decorados bordados en oro. Frente a él, pegado a la ventana,
se encontraba un diván de terciopelo negro con bordes dorados. En él, se
encontraba la Directora.
-Ah, Sagara-kun, así que has vuelto
nuevamente. Te estaba esperando.
Se levantó lentamente del diván y lo invitó
a acercarse, pero algo en aquel lugar lo detuvo.
-Directora-, dijo, después de un momento
breve de silencio-, usted una vez me dijo que si tenía un deseo, se lo dijera,
¿verdad?
La directora asintió con la cabeza. –Así
es, es aun más notorio ahora, que has llegado a mi despacho. Ningún alumno
había entrado antes aquí, por lo que tu deseo debe de ser muy importante para
ti, ¿no es verdad?
-Así es, pero… antes de pedirlo, quisiera
hacerte una pregunta.
Detrás de la directora, los rayos
fulminaron la tierra y su resplandor lo iluminó todo.
-La persona que conocías como Anko ya no
está aquí-respondió misteriosamente. Aquellas alas que podías ver eran la
esencia de su alma, luchando por ser libre. Tomó una pequeña botella y sirvió
un poco de vino en una copa. Luego prosiguió: Anko decidió que quería irse muy
lejos, a un lugar donde no pudieras alcanzarla, es por eso que su alma se
liberó y se fue de este mundo.
Sousuke temblaba de miedo al escuchar
semejantes palabras. Sentía ira, miedo, preocupación y mucha confusión al
respecto de lo que estaba escuchando. Una parte de él creía que era una
equivocación, que Anko solo estaba dormida, pero que despertaría, y otra parte
de él le decía que las palabras de la directora eran verdad.
Un enorme y sobrecogedor silencio se
apoderó del lugar. Las gotas de lluvia que golpeaban la ventana cesaron
repentinamente y el mundo se contuvo en silencio.
-¿Cuál es tu deseo?-, susurró
apaciblemente.
-Quiero volver a verla.
-¿Pero sabes? Tendrás que pagar un precio
por ello.
-Lo haré. Solo deseo verla de nuevo.
-Muy bien. Entonces tu camino se ha
decidido. La directora extendió las manos y bajo sus pies aparecieron extraños
símbolos grabados.
-Entra aquí, Sagara-kun. La directora lo
miró seriamente y colocó un brazalete en su brazo. –Este brazalete te permitirá
viajar a través del tiempo y el espacio, a diferentes mundos, en busca de tu
amada.
Sousuke estaba sorprendido. Al fin y al
cabo, sus pensamientos eran correctos y sí habían otros mundos, pero ahora esto
era lo menos importante.
-¿Qué debo hacer?- En su mirada no había
miedo ni intenciones de retroceder.
-Debes viajar y encontrar su alma, que
probablemente no esté en su cuerpo. Su cuerpo sigue aquí, pero su alma vaga
libre, por lo que quizás te encuentres con su “reencarnación”, pero tu única
meta es encontrarla y hacer que su alma vuelva a su cuerpo. Si te quedas en
alguno de esos mundos con la reencarnación de Anko, esa persona morirá y su
alma se perderá en el infinito para siempre. No debes enamorarte de quien tenga
su alma por ningún motivo, sólo debes hacer que su alma regrese a su cuerpo y
volver. No será nada sencillo, y lo sabes. ¿Aún deseas continuar con esto?
-Sí. No tengo dudas. Cumpliré mi propósito.
La directora sonrió tranquilamente y le
deseó buena suerte. Inmediatamente después, desapareció.
-Te has suavizado mucho, Yuuko. Una figura
comenzó a materializarse de entre las sombras. –Antes que solo dejarle eso, le
hubieras quitado sus recuerdos al alma del ángel-.
-Creo que aún soy algo suave con los
sentimientos humanos,-suspiró algo aliviada-, pero si se los hubiera quitado
hubiera perdido la voluntad de seguir y hubiera muerto al primer intento.
Además,-miró inquisitivamente al hombre-, sabes que lo necesitamos,
Alone-sensei.
-Sí, lo sé-, resopló dando un bufido-. Por
desgracia, tipos como él no aparecen muy seguido por aquí. Aunque ese fue el
motivo de que hubiésemos hecho este colegio, ¿no es verdad?
-Para los humanos, los asuntos del corazón
siempre son más importantes-, se limitó a decir-, dejemos que cumpla su deseo y
después podremos continuar con lo que habíamos planeado. Además, recuerda que
la chica también nos es necesaria; no podemos dejar que muera o que caiga en
las manos equivocadas.
Miró
hacia el cielo que se había despejado por completo y la Luna Llena aparecía
frente a ellos.
-Sagara Sousuke… tu viaje apenas empieza.
Última edición por sagara_watanuki el Vie Jun 17, 2011 7:35 pm, editado 7 veces
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